No ha habido más bombas H después de Hiroshima y Nagasaki por miedo a que el invierno nuclear afecte también a quienes las hicieran explotar. No por pacifismo, sino por temor a usar las propias armas al no poder circunscribir su efecto letal al enemigo.
Lo que el deseo de paz no pudo, lo ha logrado el miedo a un holocausto global y planetario.
He ahí la paradoja: nuestra esperanza es nuestro miedo.
Cada misil es un boomerang que se volverá y le estallará en la cara al lanzador.
ReplyDeleteNo ha habido más bombas H después de Hiroshima y Nagasaki por miedo a que el invierno nuclear afecte también a quienes las hicieran explotar. No por pacifismo, sino por temor a usar las propias armas al no poder circunscribir su efecto letal al enemigo.
ReplyDeleteLo que el deseo de paz no pudo, lo ha logrado el miedo a un holocausto global y planetario.
He ahí la paradoja: nuestra esperanza es nuestro miedo.
Parece como si lo dijera un extraterrestre, alguien que nos viera desde arriba y desde la distancia: Pobres humanos...!
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