El hombre solo escucha la voz calma, con la mirada entornada, casi un aliento soplado en la cara, un aliento amigo que remonta, increíble, el tiempo transcurrido.
El hombre solo escucha la voz amiga que sus padres, hace tiempo, han oído, clara, ensimismada, una voz que como el verde de los estanques y de las colinas oscurece de noche.
El hombre solo conoce una voz de sombra, acariciante, que brota con tonos calmos de una fuente secreta: la bebe atento, con los ojos cerrados, y no parece que la tuviera al lado.
Es la voz que un día detuvo al padre de su padre, y a cada uno de su sangre, muerto. Una voz de mujer que suena secreta en el umbral de la casa, al caer la oscuridad.
Tenía un gran taller. Era parte del orbe. Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos, él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida. Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre con Bazetti y mi padre navegando en el patio y el amable licor como un reino sin fin. Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos, luego creció y creció rodeado de zapatos que luego fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció con él: la casa y mi alcancía y esta humanidad. Pero algo fue muriendo, lentamente al principio; su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión; algo se fue muriendo con esa gran constancia del que mucho ha deseado. Y se quedó un día, retorcido en mis brazos, como una cosa usada, un zapato o un traje, raíz inolvidable quedó solo y conmigo. Nadie estaba a su lado. Nadie. Más allá de la alcoba, amigos y familia, qué sé yo, lo estrujaban. Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.
Ay voz secreta del amor oscuro...
ReplyDeleteEl hombre solo escucha la voz calma,
ReplyDeletecon la mirada entornada, casi un aliento
soplado en la cara, un aliento amigo
que remonta, increíble, el tiempo transcurrido.
El hombre solo escucha la voz amiga
que sus padres, hace tiempo, han oído, clara,
ensimismada, una voz que como el verde
de los estanques y de las colinas oscurece de noche.
El hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante, que brota con tonos calmos
de una fuente secreta: la bebe atento,
con los ojos cerrados, y no parece que la tuviera al lado.
Es la voz que un día detuvo al padre
de su padre, y a cada uno de su sangre, muerto.
Una voz de mujer que suena secreta
en el umbral de la casa, al caer la oscuridad.
(CÉSARE PAVESE)
Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
ReplyDeleteEntre cueros y sueños y gritos y zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre
con Bazetti y mi padre navegando en el patio
y el amable licor como un reino sin fin.
Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él: la casa y mi alcancía y esta humanidad.
Pero algo fue muriendo, lentamente al principio;
su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión;
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.
Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo y conmigo.
Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué sé yo, lo estrujaban.
Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.
(PABLO GUEVARA)