Así es. Y sin olvidar el redondo río de ida y vuelta que llevamos dentro. La sangre que (nos) circula, que nos recorre con sus afluentes y arroyos de venas, de arterias, de capilares... El torrente sanguíneo. Dentro de cada uno de nosotros hay un río -¿cómo no?, circular-, un curso fluvial de ida y vuelta. Un río rojo que nunca, mientras vivamos, dejará de fluir.
Tenía la heroica manía bella de lo derecho, lo recto, lo cuadrado. Se pasaba el día poniendo bien, en exacta correspondencia de líneas, cuadros, muebles, alfombras, puertas, biombos. Su vida era un sufrimiento acerbo y una espantosa pérdida. Iba detrás de familiares y criados, ordenando paciente e impacientemente lo desordenado. Comprendía bien el cuento del que se sacó una muela sana de la derecha porque tuvo que sacarse una dañada de la izquierda.
Cuando se estaba muriendo, suplicaba a todos con voz débil que le pusieran exacta la cama en relación con la cómoda, el armario, los cuadros, las cajas de las medicinas.
Y cuando murió y lo enterraron, el enterrador le dejó torcida la caja de la tumba para siempre.
Ay, Anacleto:
ReplyDelete¡ las vueltas que da el mundo
para estar quieto !
Así es. Y sin olvidar el redondo río de ida y vuelta que llevamos dentro. La sangre que (nos) circula, que nos recorre con sus afluentes y arroyos de venas, de arterias, de capilares... El torrente sanguíneo. Dentro de cada uno de nosotros hay un río -¿cómo no?, circular-, un curso fluvial de ida y vuelta. Un río rojo que nunca, mientras vivamos, dejará de fluir.
ReplyDeleteQuisiera ser leucocito
Deletey navegar por tus venas
como si fuera un barquito
surcando la mar serena.
Una linea recta es la forma más rápida de no llegar a nada ni a nadie.
ReplyDeleteRío que recto marchara, menguada huerta regara.
ReplyDeleteÁrbol que crece torcido nunca su tronco endereza.
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ReplyDeleteSalió mal. Lo mando otra vez
DeleteEL RECTO (Juan Ramón Jiménez)
ReplyDeleteTenía la heroica manía bella de lo derecho, lo recto, lo cuadrado. Se pasaba el día poniendo bien, en exacta correspondencia de líneas, cuadros, muebles, alfombras, puertas, biombos. Su vida era un sufrimiento acerbo y una espantosa pérdida. Iba detrás de familiares y criados, ordenando paciente e impacientemente lo desordenado. Comprendía bien el cuento del que se sacó una muela sana de la derecha porque tuvo que sacarse una dañada de la izquierda.
Cuando se estaba muriendo, suplicaba a todos con voz débil que le pusieran exacta la cama en relación con la cómoda, el armario, los cuadros, las cajas de las medicinas.
Y cuando murió y lo enterraron, el enterrador le dejó torcida la caja de la tumba para siempre.