Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme si era ateo, teísta o panteísta; materialista o idealista; cristiano o librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, menos preparado me sentía para responder; hasta que, al fin, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte en cualquiera de esos términos, excepto el último. La única cosa en la que todos ellos estaban de acuerdo era la única cosa en la que yo me diferenciaba de todos ellos. Todos estaban seguros de que habían alcanzado una cierta gnosis -habían resuelto, más o menos satisfactoriamente, el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era insoluble-. Así que me puse a pensar, e inventé un término que me pareció adecuado, el de “agnóstico”. Me pareció sugerentemente opuesto al “gnóstico” de la historia de la Iglesia, que afirmaba saber tantas cosas de aquello que yo ignoraba.
Es extremadamente difícil que la mente humana pueda contener todos los misterios de la realidad existencial : material y espiritual . No obstante , cada día , podemos observar grandes avances en ambos campos , y cada día , también , observamos una mayor armonía entre la religión y la ciencia , ambos pilares del avance del conocimiento de la humanidad .
Debe ser más impresionante que la mezquita de Casablanca por adentro: ya me figuro el ventrículo izquierdo, su bóveda celeste tiñéndose de rosa,
las amplias avenidas de aquellas venas cavas
y el abismo de su aorta descendente, o el sonido de la válvula mitral abriéndose y cerrando su portazo de cuatrocientos chelos enfrenando al concierto. Y la sangre ¿ha de ser transparente? Si nosotros, pedestres, desplazamos cinco litros de sangre por minuto, ¿cuántos desplaza Dios, si es que le late?
Si nuestro corazón se mueve y toca sus tambores al margen de nuestra voluntad, ¿el de Él ha conseguido toda su autonomía?
¿O depende del capricho y del menor descuido?
¿Y si no tiene Dios ni corazón ni páncreas, ni tejido esponjoso ni cerebro?
La verdad resplandece al final, cuando ya se ha ido todo el mundo.
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ReplyDeleteCuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme si era ateo, teísta o panteísta; materialista o idealista; cristiano o librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, menos preparado me sentía para responder; hasta que, al fin, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte en cualquiera de esos términos, excepto el último. La única cosa en la que todos ellos estaban de acuerdo era la única cosa en la que yo me diferenciaba de todos ellos. Todos estaban seguros de que habían alcanzado una cierta gnosis -habían resuelto, más o menos satisfactoriamente, el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era insoluble-. Así que me puse a pensar, e inventé un término que me pareció adecuado, el de “agnóstico”. Me pareció sugerentemente opuesto al “gnóstico” de la historia de la Iglesia, que afirmaba saber tantas cosas de aquello que yo ignoraba.
(Thomas Henry Huxley)
Hay que tener mucho cuidado con lo que se cree saber, porque por detrás se oculta una cadena interminable de incógnitas.
ReplyDelete(SARAMAGO)
Vinimos por casualidad
ReplyDeletey nos vamos
sin remisión
Es extremadamente difícil que la mente humana pueda contener todos los misterios de la realidad existencial : material y espiritual . No obstante , cada día , podemos observar grandes avances en ambos campos , y cada día , también , observamos una mayor armonía entre la religión y la ciencia , ambos pilares del avance del conocimiento de la humanidad .
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ReplyDelete¿De qué tamaño tendrá Dios
el corazón?
¿Le late a Dios, o
lo tiene detenido?
Debe ser más impresionante
que la mezquita de
Casablanca por adentro:
ya me figuro el ventrículo izquierdo,
su bóveda celeste tiñéndose de rosa,
las amplias avenidas de aquellas venas cavas
y el abismo de su aorta descendente,
o el sonido de la válvula mitral
abriéndose y cerrando su portazo
de cuatrocientos chelos enfrenando al concierto.
Y la sangre ¿ha de ser transparente?
Si nosotros, pedestres, desplazamos
cinco litros de sangre por minuto,
¿cuántos desplaza Dios, si es que le late?
Si nuestro corazón se mueve
y toca sus tambores al margen de nuestra voluntad,
¿el de Él ha conseguido toda su autonomía?
¿O depende del capricho y del menor descuido?
¿Y si no tiene Dios ni corazón ni páncreas,
ni tejido esponjoso ni cerebro?
¿Y
si Dios está vacío?
(EDUARDO CASAR)