Cada palabra
corre el riesgo de ser
ésa que sobra.

Tuesday, July 10, 2018


Tu nuevo nombre,
después del que ahora tienes,
será don Nadie.

7 comments:

  1. El mundo está lleno (quiero decir vacío) de gentes que fueron Alguien y hoy son Nadie.

    Como Ulises ("mi nombre es Nadie") seremos Nadie Ningún Ninguno.

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  2. No es el nombre lo importante. Lo importante es perfeccionar los talentos con los cuales han sido dotados los seres humanos. El nombre no hace enaltecer a nadie. Solo las virtudes y sus legados son lo que hacen trascender al hombre; no su nombre.
    Por cierto, que es el nombre de Dios el Nombre más Grande. Tan grande que nos abarca a todos con Su nombre. Es el único nombre que nunca será Don Nadie. Los nombres apenas nos sirven para aceptar la diversidad mientras vivamos en esta tierra.

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  3. Gracias por vuestros comentarios. Interesantes sugerencias.

    Yo, por ejemplo,sólo conozco el nombre de algunos de mis bisabuelos. Más arriba ya, las hojas de mi árbol genealógico son todas ellas anónimas y enigmáticas.

    Vengo de gente ignota. Mis ascendientes del siglo XIX para atrás son, para mí, unos perfectos desconocidos. Nada sé de ellos, ni de sus nombres, ni de sus rasgos, ni de sus vidas...

    Quizá es bueno que sea así.

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  4. EL CARPINTERO FERNÁNDEZ (Saiz de Marco)

    Puede que el carpintero Fernández no fuera Fernández. Tal vez se apellidó de otra manera.

    El carpintero Fernández nació en 1782. Aprendió el oficio de su padre, con quien trabajó desde niño.

    A los diecinueve años se casó con una muchacha de su pueblo. Tuvieron cuatro hijos.

    Aunque en aquella época no era raro golpear a las mujeres, el carpintero Fernández no maltrató a su esposa.

    Pese a ser analfabeto, consiguió que sus hijos fueran a la escuela.

    El carpintero Fernández no engañó a sus clientes. Si alguien le encargó un mueble, no le mintió sobre la clase de madera ni las horas de trabajo que le llevó hacerlo.

    Cuando el ejército napoleónico invadió España, el carpintero Fernández temió ser movilizado contra los franceses. Como no había escopetas y trabucos para todos, se ofreció a confeccionar camas para los heridos y así no tuvo que disparar a nadie.

    El carpintero Fernández murió de neumonía en 1835, con cincuenta y tres años.

    Fue enterrado en el cementerio de su pueblo, junto a la iglesia.

    Cuarenta años después, debido a que el cementerio se había quedado pequeño, sus huesos fueron exhumados y mezclados con otros. Ahora son anónimos, como él. En unos siglos se habrán pulverizado.

    Puede que el carpintero Fernández no fuera Fernández, sino Quesada o García. También es posible que no fuera carpintero, sino herrero o labrador.

    El carpintero Fernández, el herrero Quesada, el labrador García... no vienen en los libros de Historia. Nadie escribió sus biografías (demasiado planas, demasiado anodinas). En su honor no se erigieron estatuas ni mausoleos.

    De hecho, ahora nadie se acuerda de ellos.

    Pero existieron. Pasaron por la vida sin hacer ruido, sin arruinar a nadie y sin procurar a otros la desgracia o la muerte.

    Atravesaron el mundo sin dañarlo. Pasaron por él inofensivamente.

    Nada de lo anterior se considera memorable. Nada de esto se estima digno de ser recordado.

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  5. Sin duda es mejor ser "Don Nadie" que "Don Algo" y obviar el materialismo en la trastienda...

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  6. Sí, Mailconraul. Leyendo el cuento que ha enviado Cuqui, creo que claramente vale más ser un anónimo "don Nadie" en la historia humana, que un famoso Adolf, o Josif, o Benito, o Bonaparte... que salen en los libros pero no por nada bueno ni hermoso, sino por haber llenado su mundo de dolor, genocidios, guerras y cadáveres en campos de batalla.

    Bienvenidos los anónimos, los benditos donNadies.

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